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Las empresas y la Licencia Social para Operar (LSO): Más que un permiso, un diálogo constante

  • colectiva3
  • 13 may
  • 4 Min. de lectura

El concepto de Licencia Social para Operar (LSO), aunque con décadas de arraigo en sectores como la minería, se integra crecientemente al lenguaje ciudadano y al debate público sobre proyectos de desarrollo. Intuitivamente, muchos lo asocian a una relación de “buen vecino”; en esencia, representa la aceptación y aprobación continua que una operación recibe de sus comunidades y otros actores clave. En Uruguay, diversos proyectos han enfrentado obstáculos o cancelaciones por una LSO deficiente, evidenciando una tensión histórica entre las operaciones empresariales y las expectativas sociales que la LSO busca gestionar, yendo más allá del mero cumplimiento legal. Pioneros como Boutilier y Thomson señalan que la presión de ONGs, pueblos originarios y una mayor conciencia pública impulsaron este enfoque proactivo.


A diferencia de los permisos formales, la LSO es intangible, no escrita, y es otorgada (o retirada) por la sociedad, especialmente por los afectados. Se define como el nivel de aceptación o aprobación continua que una comunidad local y otros grupos de interés otorgan a una empresa y sus operaciones. No es un estado binario, sino un continuo dinámico que fluctúa desde el rechazo activo, pasando por la tolerancia y aceptación, hasta el apoyo e incluso la co-propiedad psicológica del proyecto.


Este concepto ha evolucionado: de ser una táctica para evitar conflictos, se vinculó a la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), luego a la gestión de riesgos, y hoy se considera un activo estratégico que genera valor compartido. Su estudio se ha profesionalizado, con consultoras aplicando ciencia de datos y Análisis de Redes Sociales (ARS) para entender las complejas interconexiones entre stakeholders –el ARS ayuda a mapear estas relaciones, identificando flujos de influencia y confianza, cruciales para la LSO.


Construyendo la LSO: dimensiones y diálogo


La LSO se cimienta en varias dimensiones fundamentales, entre ellas: la confianza en la integridad y capacidad de la empresa es vital; la legitimidad en cuanto a que las operaciones sean vistas como justas y alineadas con normas locales, y la justicia, tanto en los aspectos de decisión procesal como en el reparto de beneficios e impactos es crucial, y por supuesto, una gestión responsable de los impactos socioambientales.

Un elemento transversal y esencial es el diálogo genuino y la comunicación transparente. No se trata de informar unilateralmente, sino de escuchar activamente, crear espacios seguros para expresar preocupaciones, usar un lenguaje claro y mantener una comunicación continua, adaptada culturalmente y con retroalimentación efectiva sobre cómo los aportes comunitarios influyen en las decisiones.


El ecosistema de la LSO y sus desafíos


La LSO se negocia en un ecosistema complejo que incluye al Gobierno (regulador y mediador), ONGs (tanto vigilantes como socias), medios de comunicación, inversores (cada vez más atentos a riesgos financieros derivados de riesgos sociales y ambientales) y la academia. Comprender sus interacciones es clave.


Medir esta licencia enfrenta desafíos: su intangibilidad, dinamismo (cambia con el tiempo y las acciones), contextualidad (varía según el entorno), multidimensionalidad (los componentes mencionados) y subjetividad (basada en percepciones). La complejidad metodológica requiere combinar enfoques cuantitativos (como encuestas de percepción) y cualitativos (entrevistas, grupos focales) para capturar su naturaleza.


¿Por qué medir lo Intangible?


A pesar de los desafíos, medir proactivamente la LSO ofrece ventajas significativas: mejora la planificación y toma de decisiones al anticipar problemas; optimiza recursos al enfocar la inversión social; fortalece la reputación y confianza; fomenta la innovación social y el valor compartido; atrae inversiones y talento responsables; y aumenta la resiliencia operativa.

Comprender la LSO como un activo dinámico, construido sobre las dimensiones mencionadas y un diálogo constante, es el primer paso. Medirla, aunque sea de forma aproximada mediante diversas metodologías, proporciona una hoja de ruta para pasar de la gestión de crisis a la construcción proactiva de valor compartido. En Colectiva, por ejemplo, se han formulado herramientas con indicadores sintéticos para esta evaluación, considerando tanto percepciones individuales como la estructura de relaciones sociales.



Lecturas recomendadas


1. Voconiq. (2025). Engagement Science: Insights and data driven decisions. https://voconiq.com/

2. Balza, L., Díaz, L. M., Gómez Parra, N., & Manzano, O. (2021). La licencia no escrita: licencia social para operar en el sector extractivo de América Latina. Banco Interamericano de Desarrollo. https://publications.iadb.org/es/la-licencia-no-escrita-licencia-social-para-operar-en-el-sector-extractivo-de-america-latina

3. Boutilier, R. G., & Thomson, I. (2011). Modelling and measuring the social license to operate: fruits of a dialogue between theory and practice. Social Licence.

4. Moffat, K., & Zhang, A. (2014). The paths to social licence to operate: An integrative model explaining community acceptance of mining. Resources Policy, 39, 61-70.

5. Jijelava, D., & Vanclay, F. (2017). Legitimacy, credibility and trust as the key components of a social licence to operate: An analysis of BP\'s projects in Georgia. Journal of Cleaner Production, 140, 1077-1086.

6. Dare, M., Schirmer, J., & Vanclay, F. (2014). Community engagement and social licence to operate. Impact Assessment and Project Appraisal, 32(3), 188-197.

7. Boutilier, R. G. (2014). Stakeholder politics: Social capital, network analysis, and the resource industry. Journal of Business Ethics, 121(2), 317-333.

8. Prell, C., Hubacek, K., & Reed, M. (2009). Stakeholder analysis and social network analysis in natural resource management. Society & Natural Resources, 22(6), 501-518.

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